Leyenda del Té Rojo Pu-Erh


La variedad de té rojo tiene su origen en Pu-Erh, una localidad de Yunnan (China)... En la antigüedad los mercaderes y comerciantes de esa provincia prensaban las hojas de té para que abultasen menos y su transporte fuera más cómodo. Compactaban las hojas formando tortas de diferentes tamaños para su posterior venta en unidades.

Debian recorrer largas distancias y el camino a veces era rocoso, con cuestas o montañoso, así que un día una carretilla se rompió. El mercader lamentaba su suerte cuando avistó una cueva donde podría poner a resguardo su mercancía hasta encontrar ayuda. Dejó la cueva bien cerrada para evitar que entraran animales e intentó ocultar la entrada con hierbajos.

El camino hasta la ciudad más próxima suponía varios días de camino y para sus adentros pensó: "Menos mal que cuento con bastante dinero gracias a las ganancias obtenidas al ofrecer siempre el mejor producto, al menos no pasaré hambre durante el trayecto".

Cuando el comerciante llegó a la ciudad para pedir ayuda o comprar un carro nuevo se dió cuenta de que se había gastado todo el dinero, que estaba lleno de polvo y tenía los zapatos raídos. No le quedó otra que contar lo que le había pasado y que recompensaría al que le ayudase a recuperar su té, pero nadie le creía. Desesperado vió como única solución robar, pero como no tenía práctica le pillaron y le encarcelaron.

Todos en la prisión le tomaban por loco, pues no paraba de contar la misma historia una y otra vez... Que era rico, que se le había roto el carro a mitad de camino y que el mejor té que podrían probar en su vida estaba escondido en una cueva, que el que le ayudase tendría una recompensa monetaria y la mitad de la mercacía. Así, año tras año hasta terminar de cumplir su condena.

Mientras tanto, la historia del "Loco del Té" fue viajando de pueblo en pueblo hasta los oídos de su madre que tuvo el presentimiento de que podría ser su hijo, al que dieron por muerto a manos de unos bándalos el día que encontraron su carro roto y sin mercancía. Ni corta, ni perezosa se fue en su búsqueda con todos sus ahorros.

Cuando llegó a la prisión donde se suponía que estaba el "Loco del Té" no entendieron porqué una mujer de su clase quería conocerle en persona, pero no pudieron resistirse a la propina que les darían si accedían a sus deseos. Nada más verle, su madre se puso a llorar y él también. Quiso el destino que se encontraran la noche antes de terminar su sentencia.

A la mañana siguiente emprendieron su camino de vuelta, emocionados, llenos de sensaciones y con muchas ganas de recuperar el tiempo perdido. Al pasar por el camino donde tuvo el accidente no pudo resistirse a ver cómo se encontraba su mercancía. Tardó un poco en recordar la situación concreta y en dar con la cueva, pues el paisaje había cambiado en ese tiempo, pero lo logró y encontró todo como lo había dejado... o no.

Durante todos esos años las hojas de té prensadas sufrieron un proceso de fermentación lento y fue absorbiendo los sabores de su entorno, las hojas de té adquirieron el color de la cueva rojiza y un fuerte olor a tierra. A pesar de todo se lo quiso llevar a casa como recuerdo y, por qué no, probarlo a ver si sabía a sus penurias. Pero todo lo contrario, era como decía en la cárcel "El mejor té que podrían probar en su vida".

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