La felicidad en una taza de té


Una taza de té nos estabiliza y ayuda a pensar en las cosas bonitas que nos pasa. Creo que el simple hecho de tomarse un tiempo (aunque sea breve) en pensar en uno mismo (por ejemplo, elegir el té que nos apetece mientras se calienta el agua) hace que podamos ver los problemas con distancia y encontrar más fácilmente la solución. Y si uno ya es feliz ¡lo refuerza!

Parece que en el momento de preparar el té, uno toma conciencia de la belleza de las cosas cotidianas y el valor que éstas tienen. Como si derrepente el tiempo se parase y la melodía del agua burbujeante llenase la sala de un cantico alegre. Llevados por esa ilusión tomamos una taza entre nuestras manos y su tacto nos lleva al candor del hogar, a la naturaleza y las cosas hechas con amor.

Mágicamente participamos en una transformación... en breves minutos el agua se vuelve en un líquido sabroso e inconscientemente nos hace reflexionar sobre lo sencillo que es cambiar las cosas negativas en positivas: "si he sido capaz de observar esta transformación, ¿cómo no voy a encontrar la solución o apreciar más mi vida?".

Y mientras sorbemos plácidamente esa delicia obtenida sencillamente, vemos que hay luz al final del tunel y que todos los días sale el sol aunque el cielo esté nublado. Al mismo tiempo el té nos agudiza el ingenio y ayuda a mantener la concentración, por lo que es más fácil enfocarse en encontrar la solución y resaltar las cosas buenas que nos pasa en vez de que nos asalten las ideas derrotistas.

Tímidamente y según vamos vaciándo la taza, una sonrisas aparece en nuestro rostro... Ahora somos capaces de compartir nuestro té y ¡nuestra felicidad!

Imagen: Una sonrisa es gratis, pero vale un montón

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